jueves, 7 de julio de 2011

EL HUACAY - SIQUI


La referencia de este ser zoomorfo proveniene del norte de la provincia de Pichincha.
Según cuenta la historia, el huacay sinqui es un joven que tenia una madre muy enferma. El la cuidaba todas las noches, sin embargo una de esas noches se retiro de la compañía de su madre para comprar remedios, pero en el camino se topo con una muchacha de quien estaba enamorado, que precisamente lo invito a un baile, él erradamente aceptó olvidando completamente a su moribunda madre, entonces durante la fiesta se le acercaron para avisarle que su madre había fallecido, a lo que él respondió casi sin importancia "ya habrá tiempo de llorar". Así entonces como Tupa, el dios supremo, se enojo tanto con el, luego de ver su poco valor sentimental hacia su madre lo castigo convirtiéndole en una ave que llora durante las noches.

Los campesinos mestizos e indígenas lo describen como un ave que sale de las quebradas a las seis de la tarde y emite un canto lúgubre parecido al llanto humano. En sus recorridos ataca a las personas ocasionándoles accidentes, y cuando encuentra a su paso prendas y pañales de niños que están secándose fuera de las casas, los mira y los niños se vuelven llorones, según dicen.

Por esta razón se toman precauciones para que estas prendas no queden afuera de las casas después de dicha hora. Además se rumorea que el Chiflon es tan pequeñito que especialmente cuando hace frío se vuelve presente, para poseer el cuerpo de aquel hombre o aquella mujer que sienta frío extremo para hacerle una que otra bromita. Por eso en Pichincha, por lo general es muy común escuchar decir a las abuelitas recomendaciones como "abrigate bien hijito, para que no te agarre el Chiflon".
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jueves, 7 de octubre de 2010

Accidente en un Abismo


En un lugar de la Sierra Ecuatoriana donde la carretera circula entre montañas y grandes abismos, un matrimonio con su hijo avanzaban con cautela en el coche. Era una noche con mucha niebla y el viaje era muy peligroso.

Regresaban de un viaje en la montaña y se dirigían a su casa por una carretera, poco transitada. De pronto se les apareció una mujer en medio de la carretera con el cuello y la ropa llenos de sangre gritando para que parasen. La familia paró y el marido se bajó del coche. Entonces habló con la mujer que, muy alterada y llorando, le dijo que habían tenido un accidente y que se habían caído con el coche por el barranco. La mujer le rogó que la ayudara, que tenía un bebé y se había quedado atrapado entre los hierros del coche, que bajara y lo sacara de allí.


El hombre cogió su equipo de montaña y se puso a bajar por el barranco. Al rato subió muy nervioso con el bebé en brazos y le preguntó a su esposa dónde estaba la mujer. Esta le respondió que se había sentado en una piedra grande que había allí en la carretera, pero cuando miraron ya no estaba. Entonces el hombre se metió rápidamente en el coche con el bebé y le dijo a su mujer que hiciera lo mismo. Arrancó el coche y se fueron. Su mujer, muy enfadada, le preguntó que por qué se iba con el bebé, que por qué no habían buscado a la mujer, el marido le dijo que se tranquilizara y que cuando llegaran a su casa le contaría.

Cuando llegaron, la mujer le pidió explicaciones a su marido. Este le contestó que cuando bajó y cogió al bebé vio a la mujer muerta, el accidente había sido brutal y su cuerpo estaba cubierto de sangre y el cinturón de seguridad enredado a su cuello.

El espíritu de la mujer era el que le había pedido ayuda para que salvaran a su hijo.
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viernes, 13 de agosto de 2010

EL SANTO DESCALZO


En el Año 1910, los vecinos de San Roque se sorprendían de ver caminando por sus calles a un caballero alto, distinguido de ojos azules y barba rubia que solía vestir humildemente y caminar descalzo. Durante muchos años ocupó una tiendita oscura y húmeda que quedaba en la calle Rocafuerte, frente a la iglesia del barrio.

En aquel cuarto tan austero, este singular personaje montó una zapatería con una mesa y unas pocas hormas, planchas de machacar, suelas y otros artículos necesarios para ejercer el oficio de zapatero remendón. Dos muchachitos sanroqueños ayudaban al extraño zapatero y además de aprender el oficio, ganaban un peso diario más comida, una remuneración que era casi una fortuna para aquella época en que se compraba un huevo por un calé y una gallina ponedora por seis reales.

Toda bondad y gentileza era el "zapatero descalzo" como lo empezó a llamar la barriada. Cobraba muy barato y cuando el cliente era pobre, no le cobraba nada. Fue por eso que la gente le comenzó a conocer después como "El Santo Descalzo".
Los vecinos de Quito veían con ojos incrédulos como todos los domingos el zapatero dejaba su taller a las ocho de la mañana vestido con chaqueta, chaleco de fantasía, camisa con botones de perlas, gemelos de oro en los puños y un bastón con empuñadura de marfil y plata. Pero tanta elegancia contrastaba con sus pies siempre descalzos.
Parecía que llegaba al éxtasis. Oía la santa misa con gran devoción y en muchas ocasiones lo vieron llorar.


Llegado a su taller se encerraba y el lunes, como todos los días, abría su taller a las seis de la mañana, caminaba a la tienda realizaba las compras de la semana. Comía humildemente, pero a sus operarios siempre les brindó pastas, dulces y finas conservas.

Con los pies desnudos bajaba por la Rocafuerte hasta llegar al Arco de la Reina, en el hospital San Juan de Dios, luego tomaba la García Moreno o calle de las Siete Cruces para llegar a la iglesia del Carmen Alto en donde entraba luego de rezar un Ave María y un Padre Nuestro. Después, se dirigía a la iglesia de la Compañía para asistir a la misa de nueve. Allí tomaba su reclinatorio forrado de terciopelo rojo y escuchaba todo el servicio religioso de rodillas.

Más allá de la Leyenda
Con el tiempo se desveló el misterio del "Santo Descalzo". Incluso se descubrió su verdadero nombre, se trataba nada menos que de Miguel Araque Dávalos, hijo de una de las familias aristocráticas y de dinero de la ciudad de Riobamba. Muchas suposiciones trataban de explicar porqué una persona de tan alta alcurnia se comportaba de forma tan humilde con toda la gente y aún más con los pobres
La razón hay que buscarla en los misterios del amor. Don Miguel se había enamorado de una mujer de mala reputación y poco decente y aunque trató de olvidarla, no pudo. Para tratar de apagar las brasas de la pasión, decidió abandonar su Riobamba natal para venir a Quito donde trató de enamorarse de otra mujeres aunque nunca lo logró.
Un día leyó sobre el milagro de La Dolorosa del colegio San Gabriel sucedido un 20 de abril de 1906 y desde ahí se encomendó a la Madre Dios y a cambio de que le hiciera olvidar a la mujer que le robó el corazón, Miguel se comprometió a caminar descalzo durante un año y trabajar durante ese mismo tiempo como un humilde zapatero.
A la final, logró conseguir a la mujer pero porque esta se fue con un gringo que había venido a trabajar en el ferrocarril. Miguel ya no sufrió más y dicen que se curó por obra de la Dolorosa y así ha vivido en el recuerdo de los quiteños como el "Santo Descalzo".
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miércoles, 13 de mayo de 2009

MAMA GUADA


En esta Cuenca maravillosa, afortunada por su entorno y su gente, vivía una mujer, propietaria de una cantina apartada, a quién llamaban Mama Guada.

Sin duda representa nuestro motivo de orgullo y complacencia, debido a que de acuerdo a lo que cuentan nuestros abuelos, fue la única persona que ha existido en este mundo que pudo engañar al diablo.
Ante la incredulidad de las personas y según la leyenda, el diablo siempre está detrás de cada persona. A nuestras espaldas, acechándonos, astuto y rápido para esconderse y desaparecer, cuando nos damos la vuelta; burlándose de esta manera de cada mortal.

Este personaje siniestro, por doquier acudía a este mundo, para llevarse las almas de los pecadores.

Mama Guada, que sospechaba de las habilidades del diablo y que conocía sus intenciones, un día se dio cuenta que el mismo se encontraba cerca de su cantina; en búsqueda del alma perdida de un hombre que ya bebía aguardiente algunos días y que había abandonado su casa.


La mujer esperó el momento oportuno y para sorpresa del diablo, salió de su escondite, sin darle tiempo a que reaccione.

El diablo exhausto y asustado, interrogó a la mujer, que ¿cómo se llamaba?, que ¿quién era?, contestando la misma ¡Mamá Guada!

No podía salirse del asombro!, nadie antes había conseguido engañarle y descubrirle.
Mamá Guada no contenta, aprovechó la oportunidad para reprocharle, humillarle y hacerle ver lo mal que se había portado y las maldades que cometía, para que reflexionara.

El diablo agachó la cabeza, se sentó en una silleta, avergonzado y cabizbajo, estaba sudando y enrojecido.

Se cubrió el rostro con las manos, casi lloraba, hasta que imploró para que Mamá Guada, callara en sus acusaciones.

Mamá Guada, hábilmente le hizo prometer al diablo que desde ese instante tendría que ser más benevolente, un poco más comprensivo y que sólo así podía irse y regresar al infierno con un poco de calma… El diablo apenas pudo, salió a carreras.
Desde ese entonces, cuentan que el diablo es menos malo y que no se le ha vuelto a ver más rondando por las inmediaciones del pueblo.



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viernes, 24 de abril de 2009

EL CRISTO DE LA AGONIA


Cuenta la historia que Miguel de Santiago un famoso pintor indio de la escuela Quiteña hizo pintar a Jesús en Agonía hasta que cierto día hizo desnudar a uno de sus alumnos y lo crucificó.
Mientras pintaba le preguntó al alumno sufres, y el le respondio no, cuando segado de ira lo atravesó con una lanza y continuo con el cuadro, olvidando por completo el dolor del que agonizaba mientras se decia Bien Miguel, maravilloso maestro, así.


Terminado el hermoso cuadro, desató al joven y esta cayo muerto, sorprendido por que había hecho huyó del lugar con gran arrepentimiento.
Miguel de Santiago, quedó libre por la hermosura de su obra, pero esta fue la última, ya que el dolor y su conciencia le impedían volver a pintar.
Esta obra y muchas mas de este famoso pintor de la época colonial son reales y se encuentran en su mayoría en el museo de la iglesia de San Francisco (Quito) y en el resto de los museos de la ciudad de Quito.



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jueves, 12 de marzo de 2009

ETSA (LEYENDA SHUAR)



Etsa, en el idioma de los shuar, quería decir Sol, el valiente Sol, el generoso Sol de sus antepasados.

El abuelo Arútam -que en shuar quiere decir Poderoso Espíritu Tigre de la mañana- mientras caminaba por la selva, entre gigantescos matapalos y frondosos copales, chambiras y pitajayas, relataba a los niños de qué manera el luminoso Etsa le devolvió la vida a los pájaros.


Iwia es un demonio terrible -les explicó Arútam-. Desde siempre ha tenido la costumbre de atrapar a los shuar y meterlos en su enorme shigra para después comérselos. Fue así como, en cierta ocasión, el cruel Iwia atrapó y luego se comió a los padres de Etsa. Entonces raptó al poderoso niño para tenerlo a su lado y, durante mucho tiempo, le hizo creer que su padre era él.

Cuando Etsa creció, todos los días, al amanecer, salía a cazar para el insaciable Iwia que siempre pedía pájaros a manera de postre. El muchacho regresaba con la gigantesca shigra llena de aves de todas las especies, pero una mañana, cuando apenas empezaba su cacería, descubrió con asombro que la selva estaba en silencio. Ya no había pájaros coloridos por ninguna parte. Sólo quedaba la paloma Yápankam, posada sobre las ramas de una Malitagua.

Cuando Etsa y la paloma se encontraron en medio de la soledad, se miraron largamente.

-¿Me vas a matar a mí también? -preguntó la paloma Yápankam.

-No -dijo Etsa-, ¿de qué serviría? Parece que he dejado toda la selva sin pájaros, este silencio es terrible.

Etsa sintió que se le iban las fuerzas y se dejó caer sobre el colchón de hojas del piso. Entonces Yápankam voló hasta donde estaba Etsa y, al poco rato, a fuerza de estar juntos en medio de ese bullicioso silencio en el que aún flotaban los gritos de los monos y las pisadas de las hormigas, se convirtieron en amigos.

La paloma Yápankam aprovechó para contarle al muchacho la manera en que Iwia había matado a sus verdaderos padres. Al principio, Etsa se negó a creer lo que le decía, pero a medida que escuchaba las aleteantes palabras de Yápankam, empezó a despertar del engaño que había tejido el insaciable Iwia y, entonces, como si lo hubiera astillado un súbito rayo, se deshizo en un largo lamento. Nada ni nadie podía consolarlo: lloraba con una mezcla de rabia y tristeza, golpeando con sus puños el tronco espinoso de la enorme malitagua.

Cuando Yápankam se dio cuenta de que Etsa empezaba a calmarse, le dijo:

-Etsa, muchacho, no puedes hacer nada para devolverle la vida a tus padres, pero aún puedes devolvérsela a los pájaros.

-¿Cómo? -quiso saber Etsa.

La paloma explicó: "Introduce en la cerbatana las plumas de los pájaros que has matado, y sopla."

El muchacho lo hizo de inmediato: desde su larga cerbatana empezaron a salir miles, millones de pájaros de todos los colores que levantaron el vuelo y con su alegría poblaron nuevamente la selva. Desde entonces -les aseguró su abuelo Arútam- Etsa, nuestro amado Sol y el demonio Iwia son enemigos mortales.



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jueves, 19 de febrero de 2009

SOBRENATURAL DE ZHIRO


Se trata de un ser imaginario, en el que creen los mestizos de la provincia del Azuay y Loja. El Zhiro tiene la apariencia de un gran mono antropomorfo, con el cuerpo recubierto de bastante pelo. Posee unos brazos larguísimos y los pies a la vez.

El Zhiro habita en los bosques montañosos de las estribaciones andinas y acostumbran a perseguir a niños, mujeres y hombres que se extravían en el monte.
A las mujeres las rapta y las convierte en sus esposas, llevándolas a vivir en los lugares más apartados de su territorio. Los individuos que son acosados por el Zhiro no obstante pueden acudir a una estrategia para salvarse de él. Estos deben sacarse el pantalón, y abandonarlo para que el Zhiro lo recoja.

Este intentando ponérselo se confundirá, entreteniéndose en resolver el problema, tiempo que aprovechan los perseguidos para huir del lugar.
El nombre de este ser proviene de una palabra quichua usada en Cañar y Azuay: “zhiru” que se utiliza para aludir a un color no definido asociado por lo general con el gris.
Dicho color parece representar el incesto, en tanto es el resultado del negro y el blanco, colores que representan una opción cromática fundamental y que en el pensamiento andino tiene un contenido moral.
El color zhiru por tanto, confunde y desorganiza la disyunción cromática y moral básica. Une lo que moralmente no debe unirse.


Dicho color parece representar el incesto, en tanto es el resultado del negro y el blanco, colores que representan una opción cromática fundamental y que en el pensamiento andino tiene un contenido moral.
El color zhiru por tanto, confunde y desorganiza la disyunción cromática y moral básica. Une lo que moralmente no debe unirse.

Este intentando ponérselo se confundirá, entreteniéndose en resolver el problema, tiempo que aprovechan los perseguidos para huir del lugar.
El nombre de este ser proviene de una palabra quichua usada en Cañar y Azuay: “zhiru” que se utiliza para aludir a un color no definido asociado por lo general con el gris.
Dicho color parece representar el incesto, en tanto es el resultado del negro y el blanco, colores que representan una opción cromática fundamental y que en el pensamiento andino tiene un contenido moral.
El color zhiru por tanto, confunde y desorganiza la disyunción cromática y moral básica. Une lo que moralmente no debe unirse.



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jueves, 12 de febrero de 2009

POSORJA


Nombre de una célebre pitonisa huancavilca. La leyenda de Posorja muy popular en la colonia y a inicios de la vida republicana, cuenta que la vidente apareció de pronto frente a las costas de la península de Santa. Elena, precisamente en el sitio en el que actualmente se ubica la población del mismo nombre. Llegó en un pequeña nave de madera más liviana que la balsa cuando era solamente una criatura. La niña era de rasgos blancos y venía envuelta en unas finas mantas de algodón que tenían estampados unos intrincados jeroglíficos; llevaba además en su pecho, como colgante un caracol pequeño y finamente labrado.

Adoptada por los huancavilcas, creció hasta hacerse mujer. Fue entonces que empezó a vaticinar los sucesos más trágicos del pueblo que la adoptó, cobrando fama de gran visionaria en toda la región. Por esta razón llegaron hasta su aldea Huayna Capac y después Atahualpa, a quines predijo los trágicos desenlaces de sus reinados. Cuando Huayna Capac llegó a la península de Sta. Elena, vio en Posorja a una enviada del dios Pachacamac y le pidió que le vaticinará su porvenir, viendo en los ojos de la pitonisa su muerte en Tomebamba y la guerra fatricida entre Atahualpa y Huáscar.

Después cuando Atahualpa le pidió que revelase su futuro, pronosticó su triunfo sobre Huáscar y el breve tiempo que duraría su victoria por último, pronóstico que habría de llegar unos hombres blancos y barbados que matarían al inca luego de tomarlo prisionero en Cajamarca. Cuando Posorja terminó esta revelación declaró que su misión en la tierra había terminado, puesto que aquella había sido su última predestinación. Luego de su declaración se dirigió al mar, soplo su caracol y una ola se la llevó


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martes, 3 de febrero de 2009

CARBUNCO


Se trata de un animal fabuloso, propio de la Sierra de nuestro país. En las zonas del centro y el norte de esta región se lo describe como el perro del diablo, que tiene un lucero en la mitad de su frente y ojos de fuego que paralizan a cualquiera que lo vea.

Aparece ocasionalmente en las noches oscuras y en los lugares solitarios.
La persona que se llegue a encontrar con este ser, puede resultar favorecida, pues quienes conocen de esta leyenda cuentan que el Carbunco entrega y vomita una bola de oro incrustada de piedras preciosas… pero, quien recibe estas alhajas no debe mostrarse ambicioso, porque si lo hace –de inmediato- el Carbunco lo descubre, quita el tesoro y se lo traga, desapareciendo inmediatamente en la oscuridad, mientras que la persona que se mostró ambiciosa puede quedar ciega o paralizada.


En el sur de la sierra, su implicación maléfica está más atenuada. En esta zona se describe al Carbunco como un gato negro con un diamante en la frente que emite un gran destello. Los individuos que lo encuentren deben perseguirlo con un pañuelo o manta blanca para atraparlo y quitarle la piedra preciosa de su frente.

No obstante, quien ha logrado capturar al Carbunco y le ha arrancado el diamante, es interpelado luego por éste, quien con una voz llorosa suplica que devuelvan la gema, por la cual este ser sobrenatural está dispuesto a dar cualquier cosa…
Aprovechándose de esto, sus captores las riquezas que ambicionado, y cuando le devuelven el diamante, el Carbunco desaparece y con él todas las esperanzas de hacer realidad sus ambiciones…

En fin, el Carbunco es el ser que castiga a los ambiciosos y premia a las personas desinteresadas.


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domingo, 1 de febrero de 2009

En la Casa 1028



Había una vez una niña llamada Bella Aurora.
Era hija de padres ricos y cariñosos. En aquel tiempo la Plaza de la Independencia no tenía el monumento a la Libertad, sino una pila al centro. Allí se realizó una gran corrida de toros.

En segundo lugar salió un toro negro. Luego de mirar a su alrededor se acercó lentamente hacia Bella Aurora, quien se desmayó del susto. Sus padres la llevaron a curarla del espanto.


Dicen que el toro negro se desesperaba en la plaza.
Buscaba a la niña. Al no encontrarla saltó la barrera y se fue a la casa 1.028. Rompió la puerta de la calle. Subió al corredor. Olfateó por todas partes. Entró al dormitorio de Bella Aurora.

Al ver al toro, ella quiso huir, pero no tubo fuerzas.
Solo alcanzó a dar un grito fuerte, mientras el toro la embestía. El animal desapareció después. Se hizo humo.
-¿Y los padres de Bella Aurora?
-Lloraron bastante por la muerte de su querida hija.



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lunes, 26 de enero de 2009

LA CAJA RONCA


Había una vez en San Juan Calle un chiquillo curioso que quería saber en qué sueñan los fantasmas. Pues este pequeño había escuchado sobre unos aparecidos que merodeaban en las noches de Ibarra, sin que nadie supiera quiénes eran, pero que de seguro no pertenecían a este Mundo.

-¡Ay Jesús!, decía Carlos, ojalá no salgan la noche en que tengo que regar la chacra. Sin embargo, este muchacho de 11 años era tan preguntón que se enteró que las almas en pena vagaban a medianoche para asustar a todos los que salían. Estos seres, según decían, penaban porque dejaron enterrados fabulosos tesoros y hasta que alguien los encontrara no podían ir al cielo.

Estos entierros estaban en pequeños baúles de maderas duras para que resistieran la humedad de las paredes.

Carlos moría de ganas de conocer a esas almas en pena, aunque sea de lejos y fue a la casa de su amigo Juan José para que lo acompañara al regadío.

-¡Qué estás loco!, dijo Juan José.
Yo estaba en el barrio cuando
hablaron de la Caja Ronca, que
era como habían denominado a
esa procesión fantasmal.
-No seas malito, le dijo Carlos.

Y luego de insistir, los dos chicos caminaron hasta el barrio San Felipe. Empezaron a regar los sembríos y después prendieron una fogata y esperaron que el tiempo transcurriera, eso sí evitando hablar de la temible Caja Ronca.

Atraídos por la magia del fuego no tardaron en dormirse, mientras un ruido pareció entrar por el portón
del Quiche Callejón. Despertaron y el sonido se hizo cada vez más fuerte. Entonces se acercaron a la
hendidura y lo vieron todo:

Un personaje extraño rodeado de fuego daba órdenes a sus fieles, que caminaban lentamente como arrepintiéndose.

Los curiosos estaban pegados al portón como si fueran estatuas. Y entonces la puerta sonó. A su lado se encontraba un penitente con una caperuza que ocultaba sus ojos. Les extendió dos enormes velas aún humeantes y se esfumó como había llegado.

A Juan José le pareció que una carroza contenía la temible Caja Ronca, que no era otra cosa que algún baúl lleno de plata perdido en el tiempo y el espacio y que buscaba unas manos que lo liberaran de su antiguo dueño.

Ni cuenta se dieron cuando se quedaron dormidos, ni aún en el momento en que sus pies temblorosos los llevaron hasta sus casas de paredes blancas.

En San Juan Calle, las primeras beatas que salieron a misa los encontraron echando espuma por la boca y aferrados a las velas fúnebres. Cuando fueron a favorecerles comprobaron que las veladoras se habían transformado en canillas de muerto.

Fue así como, de boca en boca, se propagaron estos sucesos y los chicos fueron los invitados de las noches cuando se reunían a conversar de los sucesos de la Caja Ronca...


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sábado, 24 de enero de 2009

LA OLLA DEL PANECILLO


Se dice que en Quito había una mujer que todos los días llevaba su vaquita al Panecillo para que pudiera comer ya que no tenía un potrero donde llevarla.
Un buen día, mientras recogía un poco de leña, dejó a la vaquita cerca de la olla pero a su regreso ya no la encontró. Muy asustada, se puso a buscarla por los alrededores.

Pasaron algunas horas y la vaquita no aparecía. En su afán por encontrarla, bajó hasta el fondo de la misma olla y su sorpresa fue muy grande cuando llegó a la entrada de un inmenso palacio.

Cuando pudo recuperarse de su asombro, miró que en un lujoso trono estaba sentada una bella princesa que al ver allí a la humilde señora, le preguntó sonriendo:


-¿Cuál es el motivo de tu visita?
- ¡He perdido a mi vaca! Y si no la encuentro quedaré en la mayor miseria. Contestó la mujer llorando.
La princesa, para calmar el sufrimiento de la señora, le regaló una mazorca y un ladrillo de oro. Además, la consoló asegurándole que su querida vaquita estaba sana y salva.
La mujer agradeció a la princesa y salió contenta con sus obsequios. Pero, cuando llegó a la puerta, se llevó una gran sorpresa al ver a su vaca de regreso. -¡Ahí está mi vaca! Gritó la mujer muy contenta.

Y fue así como la mujer y la vaquita regresaron a su casa luego de esa inolvidable aventura que quedó escondida en la Olla del Panecillo.
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jueves, 22 de enero de 2009

BRUJAS SOBRE IBARRA


Más arriba, aún, el parque de Ibarra era un minúsculo tablero de ajedrez sin alfiles, donde destacaba el añoso Ceibo, plantado tras el terremoto del siglo XIX y que –según decían- sus ramas habían caminado una cuadra entera. La noche caía plácida sobre la enredaderas y la luna parecía indolente a las sombras que pasaban, pero que no podían ser reflejadas en las piedras. ¿Quiénes miraban a Ibarra dormida? ¿Quiénes tenían el privilegio de contemplar sus paredes blanquísimas engalanadas con los fulgores de la luna? ¿Quiénes pasaban en un vuelo rasante como si fueran aves nocturnas? ¿Quiénes se sentaban cerca de las campanas de la Catedral a mirar los tejuelos verdes y las copas de los árboles?

Todas noticias importantísimas que –de no ser por las voladoras- hubieran llegado desgastadas. Pero, a diferencia de lo que se cree de las brujas, que van en escoba, llevaban un traje negro y tienen la nariz puntiaguda, las del sector norteño ecuatoriano poseían trajes blanquísimos y tan almidonados que eran tiesos. Por eso cuando las voladoras pasaban los pliegues de sus vestidos sonaban mientras cortaban el viento. Algunos las tenían localizadas. Por eso cuando pasaban por encima de las casas, existían los atrevidos que se acostaban en cruz y con esta fórmula las brujas caían al suelo.

Otros, en cambio, preferían decirles que al otro día vayan por sal y de esta manera conocían su identidad. Pero las voladoras de Mira también tenían sus hechizos. Quienes se burlaban de las brujas terminaban convertidos en mulas o gallos. Y eso, al parecer, le sucedió a Rafael Miranda, un conocido galeno de Ibarra, de inicios de siglo. Cuentan los abuelos que el doctor Miranda desapareció un día sin dejar rastro. Sus amigos lo buscaron por todos lados infructuosamente. Sus familiares estaban desesperados. El tiempo pasó. Una tarde, un conocido del doctor Miranda recorría unas huertas por Mira y miró a un hombre desaliñado con un azadón. Creyó reconocerlo.

Al acercarse comprobó con estupor que se trataba del famoso doctor Miranda. Lo sacó del lugar y tras curaciones prodigiosas el galeno volvió a su estado normal y nunca más se sintió gallo. Otra historia, en cambio, sirvió para que Juan José Mejía, el popular y primer sacamuelas de Carchi e Imbabura, justificara una parranda de tres días. Cuando le preguntaron porque no había llegado a la casa contestó sin inmutarse: “Estuve en Mira amarrado a la pata de una cama, convertido en gallo y recién me escapo de las brujas”. Claro que estuvo en Mira y, acaso, le brindaron –como a muchos- el famoso tardón, que es una bebida que basta un solo trago para que el confiado visitante termine por los suelos, en un remolino de carcajadas.

Por eso los políticos de turno o las autoridades, que siempre ofrecen solucionar todos los problemas, se dan cuenta de los fatídicos brebajes demasiado tarde: quedan arrumados en las sillas de madera, con un olor imperceptible a aguardiente, que es uno de los ingredientes del tardón, elaborado de papa y de secretísimos compuestos que ha sido imposible develar. Cuando alguna autoridad trataba de levantarse caía en cuenta que sus honorables posaderas estaban como pegadas a la silla. ¿Cuáles eran las palabras mágicas para volar? De boca en boca ha llegado hasta estos días lo que decían las brujas ecuatorianas: “De villa en villa y de viga en viga, sin Dios ni Santa María” y tras pronunciar este conjuro levantaban vuelo.

Y hasta había quienes intentaron realizar una aventura aérea. Cuentan que un mireño insistió a una maga para que le iniciara en su arte. Tras las súplicas decidió confiarle el secreto. Lo primero que le indicó es que tenía que utilizar uno de sus trajes níveos. Aguardaron la noche y subieron a la chimenea de un horno... -Tienes que repetir esta fórmula, le dijo la encantadora. Tras decir “de villa en villa, de viga en viga, sin Dios ni Santa María”, extendió sus brazos y salió disparada por el cielo. Nuestro personaje se emocionó, pero al repetir el conjuro lo hizo de esta manera: “de villa en villa, de viga en viga, con Dios y Santa María”.

Dicho esto, desplomóse cuan largo era en el patio de la casa, en medio de los ladridos de los perros y de los vecinos que lo encontraron magullado y vestido de traje blanco, con cintas y encajes. Aunque pidió discreción, al otro día toda Mira conoció esta historia y su único argumento fue se enredó en la vestimenta. Obviamente, no pudo aclarar qué hacía subido en la chimenea y con un vestido de dama. Hay quienes dicen que las brujas aún pasan por los tejados de Ibarra. Es posible. Mas, nunca se han caracterizado –como lo eran acusadas en la Inquisición Española- de artilugios malévolos.

Su único delito, podría decirse, es volar para conocer tierras lejanas o para visitar a algún amante venturoso que abre su puerta antes que la maga tope el suelo. Hay quienes dicen haberlas visto reunidas practicando iniciaciones antiquísimas, en medio de un prado. Con suerte, si levantamos a mirar el cielo en una noche de luna es posible que localicemos a una bruja que regresa del sur y pasa por encima del pequeño Ceibo, del parque Pedro Moncayo, que ha empezado a brotar sus hojas.
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miércoles, 21 de enero de 2009

LA LEYENDA DE LOS GUACAMAYAS


En tiempos remotos las tierras de lo que hoy son las provincias de Azuay, y Cañar estaban pobladas por los Cañaris.

Cuentan los viejos que un tremendo diluvio inundó la tierra, de manera que no quedaron mas que dos sobrevivientes: dos hermanos varones que alcanzaron a subir a la cumbre de una montaña y guarecerse en una cueva que estaba en lo mas alto.

Día y noche continuaban las lluvias, pero no alcanzaban la cumbre, porque las montañas se elevaban sobre el nivel de las aguas.

Al fin, después de muchos días, dejo de llover y un hermoso arco iris apareció en el cielo.

Los dos hermanos se encontraron solos en un mundo totalmente despoblado y silencioso. Tenían mucha hambre, pero no había nada para comer.




Después de mucho caminar, regresaron a la cueva. Al entrar sus ojos se deslumbraron al encontrar deliciosos manjares servidos encima de una piedra. Disfrutaron de la comida y, recién cuando terminaron, se preguntaron, quien sería el amable que les atendía de esa manera.

Varios días ocurrió lo mismo, y ya no podría de la curiosidad e saber quien les traía tan ricos alimentos. Se escondieron a esperan y asombrados descubrieron que dos hermosísimas guacamayas, aves de vistosos colores, con rostro de mujer, traían en sus alas los alimentos y preparaban la mesa.
Los hermanos atraparon a las guacamayas, las cuales se convirtieron en dos hermosas mujeres que aceptaron casarse con ellos, estas dos parejas sobrevivientes del diluvio, repoblaron la tierra de los Cañaris. Desde entonces, los guacamayas son aves sagradas para los indígenas.
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martes, 20 de enero de 2009

LA LLORONA


'La llorona' es una mujer alta y estilizada cuyo atuendo es de color blanco, aunque no es posible distinguir sus rasgos faciales.
'La llorona' es una mujer alta y estilizada cuyo atuendo es de color blanco, aunque no es posible distinguir sus rasgos faciales. Los relatos populares, la describen también como una mujer sin pies, en efecto, parece desplazarse por el piso sin rozarlo.

El mito de 'la llorona' afirma que su eterno penar se debe a que busca a un hijo recién nacido que asesinó arrojándolo al río para ocultar un pecado. Y en esta línea, es parte de su penitencia, castigar a los muchachos que andan de amores prohibidos: se sube a sus caballos y puede llegar a matarlos en un helado abrazo mortal.


Se la llama 'la llorona' porque sus gemidos aterradores y penetrates que se dice que grita ¿ Donde esta mi hijo? ¿Dond esta mi hijo?, son tan insistentes que hasta enloquece a los perros, mientras deambula por las noches (sobre todo cuando es noche de plenilunio).

La mayoría de los relatos, la consideran señal de malos presagios, un indicador de mal agüero: puede acercarse para enfermar a las personas, empeorar a los enfermos o traer desgracias a los seres queridos.

En otros relatos, 'la llorona' se presenta como un ser inofensivo que necesita consuelo y ayuda, despertando piedad en la gente que, cuando se acerca a consolarla, les roba todas sus pertenencias.



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lunes, 19 de enero de 2009

MARIANGULA


La historia cuenta sobre una niña de una edad de 14 años, su madre vendía tripa mishqui, (es una comida tradicional que son tripas de res y se las pone sobre un brasero con carbón caliente para que vaya cociéndose lentamente, de los cual bota un aroma penetrante), esto se lo vende en una de las esquina de la ciudad colonial en Quito.

En una ocasión la madre de Mariangula mandó a comprar tripas, pero como esta niña era muy inquieta se fue a jugar con sus amigos e hizo caso omiso al mandado de su madre y para colmo se gastó el dinero para la compra de las tripas.

La niña preocupada por lo sucedido se imaginaba que su madre le iba a pegar.

Entre la preocupación de la Mariangula que caminaba por las calles paso por el cementerio, y se le ocurrió la macabra idea de sacarle las tripas de uno de los muertos que recién lo habían enterrado las sacó y las llevo a su mamá para que las vendiera y en efecto logro su objetivo para no ser castigada, las tripas se vendieron muy bien cosa que a todo el que compraba le gusto y en algunos casos se repitieron.


Ya en horas de las noche, en casa donde vivía con su familia era una casa tradicional de dos pisos como las que hay en Quito colonial, Mariangula se acordaba de lo que había hecho. Cuando de repente escucho la puerta que se abrió fuertemente, ero lo trágico es que ella era la única que escuchaba aquellos ruidos y los demás seguían muy dormidos como si no pasaba nada, a pesar de los muchos ruidos que se escuchaba en la casa.

Cuando los ruidos era muy fuertes y se podían escuchar con claridad puso mucha atención que decían:" Marianguuula , dame mis tripas y mi pusún que te robaste de mi santa sepultura"
Aquella voz se escuchaba cada vez más cerca de su habitación y Mariangula se iba poniendo muy asustada ya que se escuchaba los pasos que subían por las escaleras y la voz se hacía más fuerte:"Marianguuula, dame mis tripas y mi pusún que me robaste de mi santa sepultura".

Ella se ponía pensaba sobre lo que hizo y como que podía hacer para salvarse y en especial qué es lo que le iban hacer estos seres. Cuando de repente encontró una navaja o cuchillo y se cortó su estómago. Cuando los seres entraron a la habitación de Mariangula estaba con sus tripas regadas en la cama muriéndose lentamente y estos seres desaparecieron.

Se dice que la madre de Mariangula vende ahora"carne en palito" en lugar de tripa mishqui el chuzo o palito le sirve a Mariangula para defenderse de los fantasmas.
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domingo, 18 de enero de 2009

¿HASTA CUANDO PADRE ALMEIDA?


Cuenta la leyenda que Manuel de Almeida Capilla, hijo de don Tomas de Almeida y doña Sebastiana Capilla, ingreso a los 17 años de edad a la Orden de los Franciscanos. Sus devaneos temporales tuvieron un punto final, cuando el Cristo de la Sacristía del Convento de San Diego, sobre el que se encaramaba para alcanzar la ventana por la cual escapaba a sus juergas nocturnas, puso fin con su famosa frase: ¡Hasta cuando Padre Almeida!.

Nuevamente enrumbado en las normas religiosas a las que se había comprometido, llego a ser Maestro de Novicios, Predicador, Secretario de Provincia y Visitador General de la Orden de los Franciscanos. Pero la historia de este personaje es mas larga y pintoresca, aparentemente ingresó al Convento de los franciscanos más que por una verdadera vocación, por un desengaño amoroso. Tan grande debió haber sido su decepción que decidió abandonar su vida ociosa y entrego todos los bienes que le correspondían por herencia a las otras dos mujeres de su vida: su madre y su hermana.


Sin embargo, el encierro y la oración hicieron poco para vencer sus ímpetus juveniles. Pronto la tentación llamo a su celda en la forma de un compañero de encierro que le converso sobre sus evasiones nocturnas para visitar a unas damiselas de la vida alegre que se prestaban a compartir sus encantos con los buscadores de aventuras.

Así, una noche, con varios compañeros de la Orden, miembros de este grupo de "chullas quiteños" vestidos con sotanas saltaron el muro del Convento de San Diego al que pertenecían y fueron a una fiesta previamente concertada con una de las damiselas, que a pretexto de llegar a misa, se ponía en contacto con cualquiera de los frailes cuando pasaba el cepillo de recoger las limosnas durante la misa. Tomaron su ruta acostumbrada y se dirigieron hacia Santa Clara por la quebrada de Auquy, de allí hacia la esquina del "sapo de agua" donde se encontraba ubicada la casa donde les esperaba una noche de música, baile, parranda y algunos pecadillos inmencionables con las divertidas jóvenes que los esperaban.

Al empujar la puerta de calle, esta se abrió con facilidad, indicando que se los esperaba; y, con la confianza de quien llegaba a casa propia, los cuatro compinches ingresaron por el largo zaguán en dirección a una pieza del fondo, donde brillaban las luces de las velas de cebo con las que se iluminaban las habitaciones. Sin embargo, al llegar, se sorprendieron al encontrar que la habitación estuviese vacía, puesto que habían escuchado algunas voces y hasta el tañer de una arpa criolla, que evidenciaba que allí se celebraba una fiesta.


Sorprendidos, los novicios franciscanos se miraron unos a otros sin saber que hacer, cuando de pronto, de atrás de unos biombos que dividían la sala, saltaron sobre ellos un grupo de frailes dominicanos tomados de las manos de las señoritas de la casa que vestían sus mejores galas, burlándose de ellos por la cara de susto que pusieron ante semejante recibimiento. El arpa volvió a manos del cura dominico y se reinicio el baile y el festejo, entre risotadas, besos, manoseos y escapadas ocasionales de alguna damisela con cualquiera de los legos, a la misteriosa habitación que se trataba de ocultar con el biombo.


Manuel Almeida quedo fascinado con la aventura, sumado a que debido a su buen porte, saber pulsar la guitarra y tener una bien timbrada voz de tenor, logro conquistar los favores de las anfitrionas que se disputaban por colmarle de mimos. Y es así como empezó una sucesión de noches en las que la libido del joven aspirante a cura franciscano despertó, hasta convertirse en una fuerza incontenible que lo obligaba a escaparse del convento todas las veces que era posible, con o sin la compañía de sus primeros compañeros de juerga.


El invitado, Manuel Almeida paso a ser promotor de las escapadas; y, sus exigencias eran tantas, que los compañeros que lo iniciaron, preocupados tuvieron que romper su amistad por temor a ser sorprendidos. Una cosa era un pecadillo eventual, y otra, hacerlo todas las noches. Además, el cura superior que sospechaba de los desmanes de algunos de los miembros de la congregación, un día mando a que se elevase la altura de los muros del convento de tal manera que ya no era tan fácil escaparse.
. El novicio Manuel Almeida, obsesionado, busco la manera de salir de su encierro y se percato que podía lograrlo, saliendo por una ventana de la capilla. Pero, para alcanzarla debía utilizar la escultura de un Cristo Crucificado a manera de escalera hasta alcanzar sus hombros y saltar a la plazoleta fuera del convento. Pues bien, hecho el intento, logro conseguir su camino a la libertad y repitió la salida e ingreso en muchas ocasiones, hasta que, cansado el Cristo de servir de vía de escape al pecador, una noche, al sentir el peso del cuerpo del novicio sobre sus hombros, abrió sus labios y recrimino: ¡HASTA CUANDO PADRE ALMEIDA!.


Sorprendido al escuchar que el Cristo de madera le hablaba, con la rapidez de su ingenio el joven atinó a responderle: ¡HASTA LA VUELTA, SENOR..! y continuo su camino para volver a la madrugada, cuando los gallos empezaban a cantar en los patios del convento.'La noche siguiente se repitió la escena y el Cristo volvió e recriminar a Manuel Almeida ¡HASTA CUANDO PADRE ALMEIDA! Y la respuesta fue la misma ……!HASTA LA VUELTA, SENOR..!
Sin embargo, cuenta la leyenda, que una madrugada en la que se había pasado de tragos, el padre Almeida regresada al convento, cuando en el camino se encontró con un funeral que subía hacia el Cementerio y curioso pregunto a uno de los acompañantes quien era el difunto y la respuesta fue: "Es el Padre Almeida" al que llevamos a sepultar.


Efectivamente, al acercarse al andamio en que se solía llevar a los difuntos; y levantar la manta con la que se lo había cubierto, se vio a si mismo muerto lo cual le produjo un terrible impacto. Apresuro su paso, llego a la muralla del convento, la trepo con la agilidad que le había dado la practica; y, cuando se deslizaba abrazado al Cristo, este pronuncio su acostumbrada frase: ¡HASTA CUANDO PADRE ALMEIDA! pero no recibió la respuesta acostumbrada.


Cuentan que esa fue la última vez que Manuel Almeida escapo del convento. Desde ese día, se convirtió en el mas devoto de los novicios e inicio una carrera que llego casi hasta la santidad.
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sábado, 17 de enero de 2009

LA VIUDA ALEGRE


En los días en los que la energía eléctrica era un extraño y raro fenómeno, décadas atrás, pasadas las altas horas de la noche, cuenta el vulgo qué, metido en la oscuridad, en medio de las callejuelas angostas y adoquinadas, aparecía a lo lejos el resplandor de la luz ávida, intermitente de un farol.

Moviéndose con insistencia, lujuria, de un costado a otro, agarrado de las manos bellas, pálidas y misteriosas de la "Viuda Alegre".

Adelante de sus pasos apresurados y del perfil hermoso, sensual, esbelto y sutil de quien también llamaban la "Viuda Negra", que se tapaba con un velo, escondiendo su rostro en la oscuridad de la noche.

Cubierta de un traje negro caminaba seductoramente, dispuesta a lograr una nueva conquista… para el camino a la locura o a la muerte. Los caballeros de aquel tiempo temerosos se escondían o corrían…

Aseguran que la viuda alegre era un alma en pena, que en su vida terrenal había dado malos pasos. Luego de enviudar, antes de su deceso, tuvo una vida pecaminosa llena de infidelidad y lujuria, razón por la que fue expulsada del purgatorio, del más allá.

Enviada de regreso a la vida, posiblemente para cumplir una misión o sedienta de venganza.

Desde entonces iba buscando en el camino a caballeros, jóvenes, hombres casados; impávidos, para seducirles con el menear incisivo de la luz de su farol.

Los caballeros hipnotizados la seguían, atrás, abúlicos, por la calle Bolívar, por San Blas, San Sebastián, los chaquiñanes.

Ella se insinuaba, ante los ojos y oídos escondidos de los testigos, que se encontraban asombrados tras las rejas de las ventanas y balcones.

Se iba por las casas, llegaba a las puertas grandes, barrocas, desproporcionadas, coloniales, de dos hojas, que se encontraban aseguradas con puntales de madera, resguardadas de la viuda alegre.

Ella tocaba las puertas, llamaba a los maridos de cada pocilga, con cánticos, melodías seductoras, con lamentos, voces obscenas.

El sonido y la luz del candelabro ingresaban por las rendijas de las ventanas, por debajo de las puertas. La familia, la esposa, se encargaban de proteger, y sobre todo de guardar al marido, al padre de familia para que no caiga en la seducción de la viuda. Les amarraban en los cuartos más distantes, en los sótanos. Oraban, hasta que la viuda buscara otra casa. por lo general con voces de angustia era frecuente oír: ¡Busque otra puerta!

Una vez que caía en tentación algún caballero, ante la provocación de la dama, esta la llevaba, haciéndole recorrer por todas las calles del pueblo, avergonzándoles, en presencia de las miradas solapadas y la burla de la gente; para luego guiarles a los barrancos del río Tomebamba, a los despeñaderos y acantilados del Vado y San Sebastián.

Entonces, a solas, asentaba el farol en un costado y se desvestía, se sacaba el abrigo y el vestido negro, poco a poco.

El caballero observaba ansioso, la luz del farol iba desvaneciéndose conforme la mujer iba despojándose de sus vestiduras, mientras al hombre, en una metamorfosis, le nacían cuernos en la cabeza, en la frente: "igualitos a los que luce Lucifer".

La viuda se destapaba pausadamente, hasta que al final, un instante antes de apagarse el farol y de descubrirse por completo el rostro, la viuda alegre desaparecía.

El hombre caía inconsciente al barranco, algunos morían, otros quedaban locos y heridos, pero todos con dos cuernos en la frente… deshonrados.

La gente del pueblo aseguraba haber visto en ese tiempo, esconderse en los portones de las pocilgas ó de las casonas, de vez en cuando en conflictos, a hombres convertidos en diablos, con unos extraños cuernos y con un rabo en las posaderas, que se quedaba a veces atascado en las rendijas de las puertas que dan a la calle, que se cerraban en el apuro.

Contaban que los familiares de algún caballero desaparecido, acostumbraban buscarlo en los despeñaderos, para luego refundirle en algún lugar recóndito de la casa, para siempre.
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